domingo, 22 de noviembre de 2009

Libros de texto en cómic

Marshall McLuhan decía que “el medio es el mensaje”, y en esta afirmación se ampara Will Eisner cuando trata de explicar en su libro “La narración gráfica” la razón por la que el cómic ha sido menospreciado como medio de comunicación: “Su formato y sus imágenes coloreadas han dado por sentado que su contenido era muy sencillo”. En los últimos veinte años han aparecido obras que han dado al traste con esta creencia demasiado generalizada… pero no lo suficiente. Sin embargo, también en los últimos años ha habido una corriente pedagógica que ha luchado por incluir al cómic dentro del currículum escolar, aunque siempre sin pasar más allá de utilizarlo como herramienta secundaria de apoyo para el desarrollo de destrezas linguisticas.

A mi parecer, el cómic puede ser una herramienta válida de primer orden para la transmisión de conocimiento, tal y como son los libros de texto escolares. Bajo esa creencia, hice mi libro “Ciberia” y sólo el tiempo y el uso dirá si fue acertada o no. Pero, precisamente haciendo el libro y observando algunos de sus resultados (de mi cómic y de otros), he podido apreciar a qué es debido que el cómic pueda funcionar como libro de texto y cuales son los métodos o técnicas que se pueden emplear para potenciarlo dentro de esa función.

El cómic, por su propia lógica interna, divide la información en trozos, lo cual la hace más fácil de asimilar. Las imágenes que acompañan a estos trozos refuerzan la información que transmiten y, en muchos casos, la amplían.

El cómic educativo puede emplear dos técnicas principales. Por un lado, puede narrar una historia bajo el paradigma convencional de planteamiento-nudo-desenlace, incorporando en ella los hechos, aspectos o detalles que nos interesa que los alumnos aprendan y luego añadir un apéndice que señale todos esos elementos y amplíe la información sobre ellos.

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